Cuando le dije a mi madre que había hecho un estofado de rabo de ternera, al otro lado de teléfono le escuche decir: “Qué rico, pero cuánto trabajo da”. No sé si fui capaz de convencerle de que me no me había dado nada de trabajo, que solo tuve que poner los ingredientes en el recipiente y que el slow cooker se encargó del resto.
La relación esfuerzo/resultado es espectacular. Cuando rebañas el plato piensas en cómo es posible conseguir una salsa tan rica y trabada sin hacer el huevo. Solo picar hortalizas, salpimientar la carne y trocear las zanahorias en trozos grandes.
Creo que esto último es importante. Si cortamos las zanahorias en trozos muy pequeños, las perderemos en el guiso. Pero si las cortamos en bocados generosos, serán parte del estofado, se verán –y sabemos lo importante que es la vista cuando comemos– y podremos saborearlas y morderlas. El tiempo de cocción es suficiente para ablandarlas y que estén agradables al paladar. A mí, que por temas médicos no acompaño las comidas con pan, me ayudan recoger la salsa y dejar el plato limpio. Benditas sean.