La crème brûlée es uno de los postres más sencillos –en cuanto a ingredientes– y más delicioso por su cremosidad y el contraste crujiente del azúcar quemado. Es muy fácil de hacer en slow cooker y el resultado merece mucho la pena.
La crème brûlée se cocina directamente en los moldes, dejando que cuajen como si fueran flanes, aunque no se les parezcan en nada. Una vez que la crema y el molde están fríos, se puede añadir el azúcar y caramelizarlo con el soplete, aunque lo más recomendable es caramelizar justo antes de servir, para que el azúcar cruja y no se humedezca.
Su origen está discutido, como el de muchas elaboraciones, y son varios lugares los que se disputan su autoría. Su nombre es indiscutiblemente francés, pero hay quien dice que un tal Massialor hizo una recopilación de recetas y entre ellas estaba la de la crema catalana. Podría ser, que a Francia y Cataluña les separan una delgada linea fronteriza, tan fina que una receta se podría colar por ella.