Tardé años en descubrir las alitas de pollo. No recuerdo si es que antes no se vendían por separado o que sencillamente en casa no se las veía como algo digno de respeto. En cualquiera de los dos casos, cuando se cocinaban siempre iban pegadas a un hermoso pollo o aparecían entre el despiece de un arroz con cosas. Y solían quedar en una orilla del plato como el amigo patoso con el que nadie quiere bailar, pobres. Craso error.
Las alitas de pollo bien cocinadas son contagiosas y divertidas de comer, perfectas anfitrionas de salsas y adobos potentes. Hechas en slow cooker resultan muy tiernas y se despegan del hueso con solo mirarlas. Vamos, que son como las pipas, que no te puedes comer ni una ni dos, que el problema es cuándo parar de darle al diente y al rechupeteo.
El clásico de los clásicos son las alitas barbacoa, primas estadounidenses de la receta que nos ocupa: unas alitas de pollo orientales cocinadas en crock pot y maceradas en salsa de soja, lima y jengibre, que querrás repe…